NEWPORT
( Blues Workshop, 1967)
Mississippi John Hurt tiene puesto un sombrero negro.
Está sentado sobre un cajón y parece un Buda africano.
Canta con dulzura, sin esfuerzo.
Candyman.
Avalon Blues
Louis Collins
Sus dedos se mueven rápidamente sobre las cuerdas de su guitarra.
Sherwood dice que es una guitarra barata de las que venden a veinte dólares en el Catálogo de Sears
pero que es como si escucháramos a Segovia tocando la guitarra que le hizo Herman Housser.
Ellen pregunta quien es Herman Housser y
Sherwood da una larga explicación
que a mi no me importa
que a Ellen tampoco le importa porque preguntó por preguntar
Y alguien manda a callar a Sherwood
que calla.
Pete Seeger está sentado cerca de nosotros
junto a un hippie muy joven y flaco de pelo largo que
luego me entero que es Arlo Guthrie
cuando esa noche le escucho cantar Alice’s Restaurant.
El mundo era casi niño entonces en aquel blues workshop y estábamos convencidos de la verdad inocente de la garganta y la guitarra barata de Mississippi John Hurt.
No sé que se ha hecho de Sherwood y de Ellen y Russell.
No sé si en algún momento se acuerdan aún de aquella tarde y si a veces, como yo, vuelven a
creer en la verdad inocente de la garganta y la
guitarra barata de Mississippi John Hurt.
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(Thames Street, 1968)
Despierto y miro hacía la bahía
y veo el enorme yate.
Me cuenta Mrs. McQuaid que es
el Christina
que ancló anoche y a borde vinieron Onassis y Jacqueline Kennedy.
“Seguro que están ahora en casa de los Auchincloss,” me dice Mrs. McQuaid.
Se me antoja ver a Jackie .
Me monto en el carro y paso por Hammersmith Farm, la mansión de los Auchincloss, el padrastro y la madre de Jackie.
No veo a Jackie.
Me obsesiona ver a Jackie.
Pero me doy cuenta que será imposible.
Desisto.
Esa tarde estoy en una pizzería en el centro del pueblo
desde afuera se escuchan voces excitadas
y salgo a ver que pasa.
Camina Jackie por la Calle Thames
con otra mujer y tres escoltas del Servicio Secreto.
Alguien aplaude
una mujer grita, “We love you!”
y yo me derrito mirando a Jackie.
Está bronceada y con pantalones ajustados
y en ese instante su delicado encanto de linda niña de alta cuna
su magnestismo de viuda joven que comienza a superar la tristeza
se trasnforman en el lujurioso hechizo de una diosa tropical.
Jackie tiene el andar de una fiera.
Mueve sus caderas al ritmo de bongó, tumbadora y maracas.
Se va Jackie
dobla una esquina y se monta en una limosina negra.
Y yo en ese momento detesto a Onassis
y hasta pienso en hundir el Christina.
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( Newport Bridge, 1969)
Sueño que cruzamos el puente , mis primos y yo,
en un convertible rojo con la capota baja
a toda velocidad
Jorge maneja
a su lado se sienta Eduardo
Carlos y yo vamos sentados atrás.
Yo río con ellos
pero en secreto temo que el carro caerá al mar.
No sé si ellos también ocultan el miedo
y no sé porque vamos tan rápido.
Después de todo, esta es la Bahía de Narragansett,
no es la Bahía de La Habana
y cruzamos por un puente y no por un túnel.
Y del otro lado están Newport, Middletown y Portsmouth,
y no Guanabacoa, Regla ni La Habana del Este.
¿Y para qué tanta prisa si se nos va a acabar la niñez y jamás volveremos a vernos?
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